El número de relatos presentados al concurso "La Biblioteca del futuro" han sido 36, algunos corroborando que muchas bibliotecas públicas ya tienen los servicios
que se piden a las bibliotecas del futuro ; otros relatos demandan más
confort (sillones con masajes), más
belleza (bibliotecas de oro, dentro de la
naturaleza,con mariposas, estanterías de colores, con luz natural), más
motivación (con trucos para atraer a la
lectura), más fantasía (drones, teletransportadores, máquinas del
tiempo, hologramas). Algunos dan datos técnicos precisos sobre el
tamaño y clase de mesas y sillas. Está claro que los jóvenes saben que la
lectura es beneficiosa (leer por salud
–dice uno de los relatos-) y que hay que favorecer el acceso (los libros en braille se acercan a los
ciegos – dice otro de los relatos-).
Si estas ideas se ponen práctica, existan o
no innovaciones tecnológicas, las bibliotecas serán en un futuro más cómodas,
más accesibles y más bonitas
y seremos unos lectores más saludables,
divertidos y fantasiosos. En nuestra biblioteca, desde luego, nos gustaría poder estar a la altura de las expectativas que los jóvenes tienen puestas en las bibliotecas del futuro, y en ello trabajamos cada día.
Celia Rodríguez Liaño, ganadora de la categoría A, está preocupada por la biblioteca del futuro, su accesibilidad a discapacitados, y a todos en general, ya que, según nos dice en su claro relato, son “los libros quienes elegirán a sus lectores: los de miedo a los valientes, los de risa a los graciosos o los de aventuras a los intrépidos”.
Gema Porras Claudios, ganadora de la categoría C
con un brillante relato que va del presente al futuro, nos hace pensar sobre la
tecnología como simplemente un medio y
la curiosidad, la aventura y la libertad en la infancia.
¡GRACIAS A TODOS POR LA PARTICIPACIÓN!
LA BIBLIOTECA DEL FUTURO, por Celia Rodríguez Liaño (Ganadora de la Categoría A)
En la biblioteca del futuro habrá una puerta decorada con mariposas saliendo de un gran libro. Cuando entres, mirarás al techo y de las luces habrá colgados pajaritos de origami. También habrá estanterías de colorines con muchos libros: libros que volarán. Cada vez que des un paso te rodeará un corazón. Los libros escritos en braille percibirán cuando una persona ciega entre y dirán sus títulos y dónde estén situados. También habrá unas escaleras con vida propia que guiarán a las personas ciegas. Habrá una sala de estudio con mesas y sillas-robots y una mesa especial para los discapacitados. La biblioteca del futuro tendrá algo muy especial: en la sala de adultos de la planta de arriba habrá expuesta…
¡Una máquina del tiempo!
Habrá muchos tipos de libros: libros mágicos, de misterios, de aventuras, de manualidades, de cocina, de Disney, de dibujos animados, de matemáticas, de ciencias naturales y sociales, de lengua etc.
Dentro de la máquina del tiempo habrá un montón de palancas y botones. También habrá un gran botón rojo de emergencia por si hubiera que volver al pasado…
La máquina del tiempo se podrá convertir en cualquier medio de transporte y seguirá ahí siempre.
Habrá bibliotecarias ángeles y bibliotecarias diablo: lo curioso de las bibliotecarias es que serán muy respetuosas y amigables.
Jamás se podrán utilizar aparatos electrónicos en la biblioteca del futuro aparte de ordenadores.
Las personas sordas tendrán libros que les hablarán por lenguaje de signos.
Lo mejor de la biblioteca del futuro es que los socios no escogerán los libros que les gusten sino que serán los libros quienes elegirán a sus lectores: los de miedo a los valientes, los de risa a los graciosos o los de aventuras a los intrépidos.
Ojalá la biblioteca del futuro exista algún día y sus puertas estén siempre abiertas a quien la quiera visitar.
¡Una máquina del tiempo!
Habrá muchos tipos de libros: libros mágicos, de misterios, de aventuras, de manualidades, de cocina, de Disney, de dibujos animados, de matemáticas, de ciencias naturales y sociales, de lengua etc.
Dentro de la máquina del tiempo habrá un montón de palancas y botones. También habrá un gran botón rojo de emergencia por si hubiera que volver al pasado…
La máquina del tiempo se podrá convertir en cualquier medio de transporte y seguirá ahí siempre.
Habrá bibliotecarias ángeles y bibliotecarias diablo: lo curioso de las bibliotecarias es que serán muy respetuosas y amigables.
Jamás se podrán utilizar aparatos electrónicos en la biblioteca del futuro aparte de ordenadores.
Las personas sordas tendrán libros que les hablarán por lenguaje de signos.
Lo mejor de la biblioteca del futuro es que los socios no escogerán los libros que les gusten sino que serán los libros quienes elegirán a sus lectores: los de miedo a los valientes, los de risa a los graciosos o los de aventuras a los intrépidos.
Ojalá la biblioteca del futuro exista algún día y sus puertas estén siempre abiertas a quien la quiera visitar.
LA BIBLIOTECA DEL FUTURO, por Gema Porras Claudios (Ganadora de la Categoría C)
Marco se agarró muy, muy
fuerte de la mano de su padre y miró hacia arriba, a las enormes puertas que le
impedían ver aquel sitio que tanto había soñado visitar.
De repente, se oyó un
zumbido, un siseo leve, y una antena metálica salió del picaporte. Suspiró
mientras su padre realizaba el escáner de ojos, impaciente. Luego llegó su
turno y la varilla vibró de vuelta al agujero recóndito del que había salido.
Después, silenciosa y majestuosamente, se abrieron las puertas.
Se quedó clavado en el
sitio, decepcionado. Sólo era otra sala blanca, impoluta, de paredes altas
llenas de códigos QR para procesar. Tiró tímido de la mano de su padre, con una
pregunta silenciosa en sus grandes ojos callados.
¿Te
gusta la biblioteca, hijo? -preguntó su padre con orgullo en el
rostro- Mira cuanto almacenamiento en la
nube, es una maravilla de la programación… ¡ah, y mira allí! ¡Un sensor de peticiones
de último diseño! Y eso de al lado… ¡no puede ser! ¡El último escáner sensorial
del mercado! Todo es de última
generación aquí dentro... -y siguió dando vueltas sobre sí mismo, señalando
aquí y allá con un brillo de emoción en los ojos.
Pero Marco no le estaba
escuchando, tan sólo mantenía la mirada cabizbaja fija en el suelo blanco. No
era lo que él esperaba. No veía los piratas, las princesas, ni los lugares
mágicos que su abuela le prometió que habría. Sólo era otra impecable y vacía
sala tecnológica.
Vamos,
entra y diviértete un rato -le dijo su padre revolviéndole el
pelo.
Él le hizo caso en silencio,
arrastrando los pies hacia el cartel del neón parpadeante en que estaba escrito
ZONA INFANTIL con letras grandes y brillantes; a cuyos pies se sentaba un corro
de niños con pantallas digitales.
Llevaba sólo diez minutos allí
y ya no lo soportaba más, tenía que moverse, hacer algo, o moriría del
aburrimiento. No quería estar todo el rato mirando la sucesión de imágenes que
surcaban su pantalla mientras escuchaba la historia que sus cascos le narraban
con voz robótica. Finalmente, se decidió por su única escapatoria, el baño.
Se levantó sigilosamente de
su sitio, dejando la tablet en el suelo, y empezó a recorrer la línea de luces
parpadeantes que indicaban el camino hacia el baño.
Cuando estaba a punto de
llegar, escuchó un murmullo de risas y voces que salían de un corredor a su
derecha. Se asomó con cuidado y vio un largo pasillo que terminaba en una
pequeña puerta de madera, antigua y desgastada por el paso del tiempo.
Inmediatamente se dirigió
hacia allí, incapaz de resistir su curiosidad ante ese objeto que hacía ya tanto
tiempo que nadie veía. Acercó su oído a la vieja puerta, sintiendo el tacto
cálido y añorado de la madera en la mejilla, nada en comparación con la fría
lividez de las modernas puertas metálicas que se repartían por todo el
edificio.
El sonido de las voces se
hizo más nítido, y su corazón palpitaba en su pecho, alegre, emocionado por la
aventura y deseoso de traspasar aquella puerta, de unirse a ese jolgorio de
risas y libertad. Tomó en su mano la manilla de metal oxidado y tiró hacia fuera
para abrir la puerta (¡como se hacía
antes!).
Se quedó petrificado de nuevo, pero esta vez
con una sonrisa llenando de emoción su rostro. ¡Ahí estaban los caballeros y
princesas, las brujas y hadas madrinas! Soltó el picaporte, embrujado, y se
adentró en ese mundo mágico de estanterías repletas de libros de todas las
formas y tamaños, con el olor a papel y nuevas aventuras rodeándole.
Varios años más tarde Marco
levantó la vista a regañadientes del fantástico libro que estaba leyendo (que
le tenía completamente enganchado) y miró por encima del mostrador de madera
desgastada hacia la pequeña puerta casi oculta entre las estanterías. Una
pequeña niña de trenzas doradas miraba absorta las grandes estanterías llenas
de historias, su mano todavía en el picaporte y la boca abierta en una mueca doble
de sorpresa y emoción.
Marco sonrió y se concentró
de nuevo en su lectura. Sabía que todavía pasaría un buen
rato antes de que la niña recorriera ese mundo fantástico de los libros, de los
piratas, castillos y hadas, antes de que se diera cuenta de su presencia y se acercarse,
tímida, a preguntarle si se podía llevar alguno para casa.
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