04 noviembre 2019

RELATOS GANADORES DEL CONCURSO "LA BIBLIOTECA DEL FUTURO"


El número de relatos presentados al concurso "La Biblioteca del futuro" han sido 36, algunos corroborando que muchas  bibliotecas públicas ya tienen los servicios que se piden a las bibliotecas del futuro ; otros relatos demandan más confort (sillones con masajes), más belleza (bibliotecas de oro, dentro de la naturaleza,con mariposas, estanterías de colores, con luz natural), más motivación (con trucos para atraer a la lectura), más fantasía  (drones, teletransportadores, máquinas del tiempo, hologramas). Algunos dan datos técnicos precisos sobre el tamaño y clase de mesas y sillas. Está claro que los jóvenes saben que la lectura es beneficiosa (leer por salud –dice uno de los relatos-) y que hay que favorecer el acceso (los libros en braille se acercan a los ciegos – dice otro de los relatos-).
 Si estas ideas se ponen práctica, existan o no innovaciones tecnológicas, las bibliotecas serán en un futuro más cómodas, más  accesibles  y más bonitas  y seremos  unos lectores más saludables, divertidos y fantasiosos. En nuestra biblioteca, desde luego, nos gustaría poder estar a la altura de las expectativas que los jóvenes tienen puestas en las bibliotecas del futuro, y en ello trabajamos cada día.


Celia Rodríguez Liaño, ganadora de la categoría A,  está preocupada por  la biblioteca del futuro, su accesibilidad a discapacitados,  y a todos en general, ya que, según nos dice en su claro relato, son “los libros quienes elegirán  a sus lectores: los de miedo a los valientes, los de risa a los graciosos o los de aventuras a los intrépidos”.
Gema Porras Claudios, ganadora de la categoría C con un brillante relato que va del presente al futuro, nos hace pensar sobre la tecnología como simplemente un medio  y la curiosidad, la aventura y la libertad en la infancia.

¡GRACIAS A TODOS POR LA PARTICIPACIÓN!
Aquí compartimos con vosotros los relatos ganadores:




LA BIBLIOTECA DEL FUTURO, por Celia Rodríguez Liaño (Ganadora de la Categoría A)

En la biblioteca del futuro habrá una puerta decorada con mariposas saliendo de un gran libro. Cuando entres, mirarás al techo y de las luces habrá colgados pajaritos de origami. También habrá estanterías de colorines con muchos libros: libros que volarán. Cada vez que des un paso te rodeará un corazón. Los libros escritos en braille percibirán cuando una persona ciega entre y dirán sus títulos y dónde estén situados. También habrá unas escaleras con vida propia que guiarán a las personas ciegas. Habrá una sala de estudio con mesas y sillas-robots y una mesa especial para los discapacitados. La biblioteca del futuro tendrá algo muy especial: en la sala de adultos de la planta de arriba habrá expuesta…
¡Una máquina del tiempo!
Habrá muchos tipos de libros: libros mágicos, de misterios, de aventuras, de manualidades, de cocina, de Disney, de dibujos animados, de matemáticas, de ciencias naturales y sociales, de lengua etc.
Dentro de la máquina del tiempo habrá un montón de palancas y botones. También habrá un gran botón rojo de emergencia por si hubiera que volver al pasado…
La máquina del tiempo se podrá convertir en cualquier medio de transporte y seguirá ahí siempre.
Habrá bibliotecarias ángeles y bibliotecarias diablo: lo curioso de las bibliotecarias es que serán muy respetuosas y amigables.
Jamás se podrán utilizar aparatos electrónicos en la biblioteca del futuro aparte de ordenadores.
Las personas sordas tendrán libros que les hablarán por lenguaje de signos.
Lo mejor de la biblioteca del futuro es que los socios no escogerán los libros que les gusten sino que serán los libros quienes elegirán a sus lectores: los de miedo a los valientes, los de risa a los graciosos o los de aventuras a los intrépidos.
Ojalá la biblioteca del futuro exista algún día y sus puertas estén siempre abiertas a quien la quiera visitar.


LA BIBLIOTECA DEL FUTURO, por Gema Porras Claudios (Ganadora de la Categoría C)


Marco se agarró muy, muy fuerte de la mano de su padre y miró hacia arriba, a las enormes puertas que le impedían ver aquel sitio que tanto había soñado visitar.
De repente, se oyó un zumbido, un siseo leve, y una antena metálica salió del picaporte. Suspiró mientras su padre realizaba el escáner de ojos, impaciente. Luego llegó su turno y la varilla vibró de vuelta al agujero recóndito del que había salido. Después, silenciosa y majestuosamente, se abrieron las puertas.
Se quedó clavado en el sitio, decepcionado. Sólo era otra sala blanca, impoluta, de paredes altas llenas de códigos QR para procesar. Tiró tímido de la mano de su padre, con una pregunta silenciosa en sus grandes ojos callados.
¿Te gusta la biblioteca, hijo? -preguntó su padre con orgullo en el rostro- Mira cuanto almacenamiento en la nube, es una maravilla de la programación… ¡ah, y mira allí! ¡Un sensor de peticiones de último diseño! Y eso de al lado… ¡no puede ser! ¡El último escáner sensorial del mercado!  Todo es de última generación aquí dentro... -y siguió dando vueltas sobre sí mismo, señalando aquí y allá con un brillo de emoción en los ojos.
Pero Marco no le estaba escuchando, tan sólo mantenía la mirada cabizbaja fija en el suelo blanco. No era lo que él esperaba. No veía los piratas, las princesas, ni los lugares mágicos que su abuela le prometió que habría. Sólo era otra impecable y vacía sala tecnológica.
Vamos, entra y diviértete un rato -le dijo su padre revolviéndole el pelo.
Él le hizo caso en silencio, arrastrando los pies hacia el cartel del neón parpadeante en que estaba escrito ZONA INFANTIL con letras grandes y brillantes; a cuyos pies se sentaba un corro de niños con pantallas digitales.
Llevaba sólo diez minutos allí y ya no lo soportaba más, tenía que moverse, hacer algo, o moriría del aburrimiento. No quería estar todo el rato mirando la sucesión de imágenes que surcaban su pantalla mientras escuchaba la historia que sus cascos le narraban con voz robótica. Finalmente, se decidió por su única escapatoria, el baño.
Se levantó sigilosamente de su sitio, dejando la tablet en el suelo, y empezó a recorrer la línea de luces parpadeantes que indicaban el camino hacia el baño.
Cuando estaba a punto de llegar, escuchó un murmullo de risas y voces que salían de un corredor a su derecha. Se asomó con cuidado y vio un largo pasillo que terminaba en una pequeña puerta de madera, antigua y desgastada por el paso del tiempo.
Inmediatamente se dirigió hacia allí, incapaz de resistir su curiosidad ante ese objeto que hacía ya tanto tiempo que nadie veía. Acercó su oído a la vieja puerta, sintiendo el tacto cálido y añorado de la madera en la mejilla, nada en comparación con la fría lividez de las modernas puertas metálicas que se repartían por todo el edificio.
El sonido de las voces se hizo más nítido, y su corazón palpitaba en su pecho, alegre, emocionado por la aventura y deseoso de traspasar aquella puerta, de unirse a ese jolgorio de risas y libertad. Tomó en su mano la manilla de metal oxidado y tiró hacia fuera para abrir la puerta (¡como se hacía antes!).
 Se quedó petrificado de nuevo, pero esta vez con una sonrisa llenando de emoción su rostro. ¡Ahí estaban los caballeros y princesas, las brujas y hadas madrinas! Soltó el picaporte, embrujado, y se adentró en ese mundo mágico de estanterías repletas de libros de todas las formas y tamaños, con el olor a papel y nuevas aventuras rodeándole.
Varios años más tarde Marco levantó la vista a regañadientes del fantástico libro que estaba leyendo (que le tenía completamente enganchado) y miró por encima del mostrador de madera desgastada hacia la pequeña puerta casi oculta entre las estanterías. Una pequeña niña de trenzas doradas miraba absorta las grandes estanterías llenas de historias, su mano todavía en el picaporte y la boca abierta en una mueca doble de sorpresa y emoción.
Marco sonrió y se concentró de nuevo en su lectura. Sabía que todavía pasaría un buen rato antes de que la niña recorriera ese mundo fantástico de los libros, de los piratas, castillos y hadas, antes de que se diera cuenta de su presencia y se acercarse, tímida, a preguntarle si se podía llevar alguno para casa.

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